miércoles, julio 16, 2003

Si me comparara con un instrumento musical podría decir que me siento como un violín. Cada parte de mi cuerpo emite un sonido parecido. Me quedo parada en el centro y dejo que desafine.

Caigo de rodillas con la cabeza baja. Mi espalda se encorva y cada una de mis vértebras chilla. Las manos pesan tanto que se arrastran -¿lo escuchas?- un silencio que se interrumpe –querido- y no lo entiendo. Intento levantarme, las piernas son débiles, que el esfuerzo me estremece. Comienzo a disfrutarlo, pues no es una tortura sino una composición.

El sonido no es ágil ni quebradizo –no confundas la pasión- sólo privado y prosaico.

-Alicia has vuelto a aprovechar las zapatillas rojas.
-Mi cuerpo se cobra la vida que le deben.