lunes, marzo 17, 2003

Mi árbol crece. Encuentro a un pájaro tuerto con el ala izquierda lastimada, al tomarlo una gota de sangre queda en mi mano. Algo en mí cambia.

-Alicia, pinta tú autorretrato.
Cierro un ojo y me vendan un brazo, con el otro comienzo a tatuar la corteza de un árbol.


Ya que no puedes volar, no pienso condenarte a una jaula. Lo llevé al parque y me senté con él abajo de un árbol, y escuchamos a los demás pájaros cantar. Veo que su ojo sano está cerrado; estiró lo que pudo sus alas y por un momento, leve, trinó. Yo, lo único que hice fue escuchar.