A mí me gusta enseñarles los calzones a mis amigos. Lo hago desde hace muchos años pero no recuerdo exactamente cuando. Creo que fue Irma (mi hermana mayor) la que me enseñó hacerlo. Se paraba enfrente de mi y decía: "¿te enseño mi calzón?" después se levantaba la falda y corría desesperada con una enorme carcajada saliendo de su boca. Después fue Ivonne (mi hermana mediana), la que se escondía en cualquier rincón de la casa, daba un brinco enorme y seguía el mismo procedimiento. Yo no quiero hacer lo mismo -pensé-, y opté por enseñárselos a mis amigos. Al principio fue difícil porque ¡uta madre! gastar una lana en chones de Victoria Secret o de perdis de la Vicky Form pues no era para tanto, así que opté por comprarlos sencillos: blancos de algodón y agradables a la vista. A los calzones los clasifiqué especialmente para cada momento, uno por uno, y al lavarlos los tiendo con cariño. Cuento con 2 rojos de encaje, 2 de olanes con florecitas moradas, 2 blancos bordados, 5 bóxer estampados amigables, 4 de hilo dental blancos, 2 de hilo dental negro, 2 de hilo dental azules, 3 de hombre y 10 blancos de algodón, como en los viejos tiempos. Sin embargo, hoy dejó de interesarme enseñar los calzones, supongo que es porque mi intimidad ya está más que expuesta.