lunes, noviembre 18, 2002

Nunca me ha gustado ser fan de nada, ni cuando era niña. Alguna vez, lo confieso, me gustó bailar y peinarme como flans pero de ahi en adelante juro que nunca he sido fanática de nada. La política y la religión me parecen los clubs de fans más grandes. Sin embargo, el fin de semana me han preguntado si hago performance político, he dicho que no -no es mi estilo- y me preguntan si soy feminista -no es mi estilo- respondo, que si me gusta embarrarme sangre y esas cosas -no es mi estilo- insisto. Pienso que al utilizar elementos tan obvios que automáticamente describan tu trabajo es como ingresar a un club en el cual tienes que defender a tu lider y jamás cuestionarlo así sea un corrupto (caso Trevi- Andrade o aplíquese a Romero Dschamps y lideres sindicales, presidentes. etc.), mínimo adquirir una etiqueta y comprar los productos autorizados (viva coca-cola, viva Juan Diego). Es por eso que juego con mi imagen, lo mismo soy rubia, roja, azúl, verde, blanco o sin pelo; lo mismo me visto de negro o de colores, en mezclilla, gamuza o paliacate; me gustan los hombres y las mujeres, me gusta el gusto y al gusto le gusto yo. Aunque no lo parezca soy clara en mis ideas y tengo preferencias, sólo que me doy el beneficio de la duda y puedo arrepentirme. Mis discursos los hago abiertos y conciente de que cada quien tome lo que mejor le parezca si le parecen. Me gusta lo lúdico, lo sutil e irreverente, soy erótica por naturaleza, a la imagen le pongo tintes pop, mexican curios y todo al molcajete. Ese es mi estilo. Qué si hablo de política, sí, qué si hablo de feminismo, sí, qué si hablo de esto y aquello, también . . .