lunes, junio 14, 2004

Hace mucho que mi presupuesto no me alcanzaba para avión.

La semana pasada, gracias a Panchis y al Instituto de Cultura, viajé al Estado de Campeche. Pasé exactamente tres días en el centro de la ciudad, metros más, metros menos de su muralla.

De lo poco o mucho que hice por allá rescato algunas cosas: Un niño que jugó con mi jaula llena de peces de colores y pelotitas de hule; el niño me sonreía hasta que su madre gorda le gritó: ¡deja en paz la jaula! Un señor elegante muy amablemente se inclinó y me dejó pasar. Un centro de calles muy limpias y piso suave que no lastimaron mis pies. Cerca de media hora me convertí en una sirena –y no lo dije yo- incluso para los tres trabajadores que pasaron junto a mí.

Mi jaula encantó a varios y otros no quisieron escuchar mi canto. Rebotaron las pelotas y los peces quedan en el suelo, al final todo desapareció.

Me llevo un cielo lleno de nubes, la sonrisa de la chica que me dejó jugar con mi propia imaginación, el mar tranquilo que no se agitó con la lluvia y un regreso lleno de buenas pláticas y experiencias.

Estoy contenta, mi acción “Trueque: acciones que se trasladan” comenzó bien ahora sé que falta mucho por trabajar.

Happy

*

y para To fue todo el cielo que miré . . .