Leo ha enterrado una de sus uñas en mi dedo índice de la mano derecha, y todo porque quise cortarle las garritas. Aprieto su patita y veo como salen (sus uñitas), una por una parecen espolones. De repente ¡zaz! la garrita se inserta en mi dedo y sale sabgre, Leo me ve con cara de enojo. Aguanto el dolor y le sostengo la mirada sin soltarle la pata, le corto las demás uñitas mientras, las patas traseras se convierten en navajitas que intentan empujar mi brazo. Se queda quieto y me mira, le digo – Tengo que hacerlo y además no te duele nada- lo sostengo con el brazo, procuro no apretarlo fuerte pero sigue resistiéndose, ahoro corto las uñas de las patas traseras. Vuelve la calma y ya no puede enterrarme nada, aunque hace presión con sus patas y su cuerpo se retuerce envuelto por una nube de pelos color café claro. Terminé. Ambos, despeinados y cansados, cada uno en una esquina de la cama y con la respiración rápida seguimos viéndonos. ¡Adoro a mi gato!
miércoles, mayo 05, 2004
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