lunes, diciembre 30, 2002

Hace un año exactamente le pregunté a Salvador qué se sentía ser padre, que no me saliera con la mamada de "algo muy bonito", ni nada de "es lo mejor que me ha pasado" y todo lo demás. Nunca me respondió. Después de eso yo le comenté que a mi no me gustaría ser madre, que yo quiero ser padre. Tampoco me respondió.

Este año, gracias al patrocinio momentaneo e involuntario de Poncho y Marri, asistí a unos seminarios en el Centro Regional de Investigaciones Multidiciplinarias (CRIM) titulado "Globalización, Género y Performance" en Cuernavaca, Estado de Morelos, la sesión que más me gustó fue precisamente la de género, se habló de arte femenino, del embarazo en las adolescentes, los rituales indigenas que aún se practican en las zonas conurbanas de la capital y no podía faltar: chiapas y ciudad juárez. La sesión fue intensa y curiosamente sus participantes y escuchas eran en mayoría féminas de todas las edades (investigadoras, estudiantes, artistas, etc.), sólo se econtraban en la sala cuatro hombres.(dónde están todos los demás).

Chiapas y Ciudad Juárez van más allá, me provoca miedo, dolor e indignación. Sin embargo, esos sentimientos tampoco se alejan mucho de lo que sentí por todos los demás temas.

Uno de los cuatro hombres que estaban ahí, dos ellos homoxesuales, dijo, en resumen, que al macho lo hacían las mujeres al educarlo, por cortesía creo que no le mentaron la madre, pero ¿acaso la educación no corresponde a la pareja que lo engendra?. Dejo al aire la pregunta. Yo pienso que sí, y no fui la única. Responsabilidad, cambio de actitud con el tiempo actual, valores, economia.

Me aventé tres revistas proceso de un debate que sostienen Monsivais y Sicilia respecto a género, dimes y diretes intelectuales sobre el "regaño" obispal a las mujeres indígenas de Oaxaca. De las respuestas a estos debates, me quedo con lo que plantea una investigadora y consultora que asistió al congreso de Oaxaca, ya dejen de hablar por todos, tomemos nuestra propia voz con nuestras propias necesidades, no es lo mismo ser una mujer indígena que una urbana.

Cuando le dije a Salvador que yo quería ser padre me refería a que no creo que ser madre signifique tener siempre la razón o la decisión de la educación, tampoco quiero que se me santifique y mucho menos que se me valore sólo por ello. No quiero tampoco ser el padre proveedor o consentidor de medio tiempo, ni la imagen autoritaria, eso tampoco es educación.


Si bien todas estas luchas que surgen por el género intentan hacer conciencia y una reflexión de nuestro papel personal y social, qué hago yo para cambiar lo que yo misma padezco por mi condición de mujer en este País con semejante economía y sociedad.

Los que me conocen lo saben, los que no pronto lo sabrán y a todos los demás pues FELIZ AÑO NUEVO.