Mis manos están despellejadas por los rasguños de una bola de pelos negros y grandes ojos grises. Lo miro tambalearse, se acerca a mi cuello y busca la zona más caliente para acomodarse y dormir. Son las tres de la madrugada, mi pecho está húmedo y una serie de maullidos me indican que ya es la hora de comer, a las seis de la mañana al peque se le ocurre levantarse y exige su dosis de leche e insiste en que el lóbulo de mi oreja izquierda es la teta más grande que ha visto. Ahora soy una bruja completa, con gato y todo lo demás.
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