la navidad me vale, nunca me ha interesado, ni cuando era niña, ya desde chiquita me rompieron el corazón cuando no me trajeron el fabuloso fred, mejor paquito me lo regaló cuando cumplí los 28 (lo sacó del tianguis de san felipe) y ahora que le falta pila lo extraño -al juego no a paquito.
lo que si me pone triste y lloricona es el año nuevo y la culpa la tiene Sergio Pitol, desde que leí su autobiografía no puedo guardar nada porque todos los recuerdos me parecen lastre. Sin embargo, me ha dado curiosidad ver los recuerdos de los demás, es como ser un voayer del tiempo ajeno. Urgando con preguntas bobas y una dulce voz diciendo -puedo ver, ándale enseñame- la gente se descoce, termina mostrando hasta el recuerdito de bautizo.
Octavio, una vez hablando de tiempos pasados y con mi táctica -puedo ver, ándale enseñame-, me prestó cuatro fotos de él cuando era peque en la primaria, como desde chiquito tiene una sonrisa muy bonita, me las quedé en mi agenda para scanearlas y hacer algo después con ellas. Una amiga me invitó a una fiesta hace como tres meses y sus amigas con bebes se sentían la gran caca por mostrar a sus engendros, así que tomé mis fotos y dije -ya les enseñé las fotos de mi hijo- las fotos pasaron por las manos de todas las orgullosas madres, hasta que me preguntaron la edad del niño, con una sonrisa enorme -35 y está precioso- las caras fueron una mentada de madre para mi, pero yo feliz. Como el chistesito me gustó lo repetí después. Era una pachanga en la colonia Guerrero y un chavo estaba medio pedo, me acerqué y contento me dijo que la fiesta estaba poca madre que le entrara porque había chupe, no me acuerdo como pasó pero de repente al decir salud y darle un trago a la chela, salió el tema de los hijos, yo saqué a Octavio y él una lata adornada con las fotos de sus dos niños, me habló de la familia, de lo ojete que era con su esposa -que es una santa- y no sé cuantas cosas más. Me sentí en película de nosotros los pobres, pero la verdad es que platiqué requeteagusto, nos tomamos dos chelitas y disfrité del reventón. Desde ese momento me maldijo o me bendijo según el caso, porque ahora cualquier borracho o señor que pase de los 40 años me cuenta sus infidelidades y broncas familiares. Hoy, por ejemplo, el taxista me dijo que tiene 43 y dos ruletando, que le encanta bailar en el California y no le gustan las piezas de dos compáces, que llegó a las 3 de la mañana, que quiere muchos a sus hijos, que duerme calientito con una amiga, etc., yo no pude sacar las fotos de Octavio porque se me olvidaron en el desmadre que tengo por casa y la verdad es que con tantas historias para qué me preocupo por mis recuerdos. . .
lo que si me pone triste y lloricona es el año nuevo y la culpa la tiene Sergio Pitol, desde que leí su autobiografía no puedo guardar nada porque todos los recuerdos me parecen lastre. Sin embargo, me ha dado curiosidad ver los recuerdos de los demás, es como ser un voayer del tiempo ajeno. Urgando con preguntas bobas y una dulce voz diciendo -puedo ver, ándale enseñame- la gente se descoce, termina mostrando hasta el recuerdito de bautizo.
Octavio, una vez hablando de tiempos pasados y con mi táctica -puedo ver, ándale enseñame-, me prestó cuatro fotos de él cuando era peque en la primaria, como desde chiquito tiene una sonrisa muy bonita, me las quedé en mi agenda para scanearlas y hacer algo después con ellas. Una amiga me invitó a una fiesta hace como tres meses y sus amigas con bebes se sentían la gran caca por mostrar a sus engendros, así que tomé mis fotos y dije -ya les enseñé las fotos de mi hijo- las fotos pasaron por las manos de todas las orgullosas madres, hasta que me preguntaron la edad del niño, con una sonrisa enorme -35 y está precioso- las caras fueron una mentada de madre para mi, pero yo feliz. Como el chistesito me gustó lo repetí después. Era una pachanga en la colonia Guerrero y un chavo estaba medio pedo, me acerqué y contento me dijo que la fiesta estaba poca madre que le entrara porque había chupe, no me acuerdo como pasó pero de repente al decir salud y darle un trago a la chela, salió el tema de los hijos, yo saqué a Octavio y él una lata adornada con las fotos de sus dos niños, me habló de la familia, de lo ojete que era con su esposa -que es una santa- y no sé cuantas cosas más. Me sentí en película de nosotros los pobres, pero la verdad es que platiqué requeteagusto, nos tomamos dos chelitas y disfrité del reventón. Desde ese momento me maldijo o me bendijo según el caso, porque ahora cualquier borracho o señor que pase de los 40 años me cuenta sus infidelidades y broncas familiares. Hoy, por ejemplo, el taxista me dijo que tiene 43 y dos ruletando, que le encanta bailar en el California y no le gustan las piezas de dos compáces, que llegó a las 3 de la mañana, que quiere muchos a sus hijos, que duerme calientito con una amiga, etc., yo no pude sacar las fotos de Octavio porque se me olvidaron en el desmadre que tengo por casa y la verdad es que con tantas historias para qué me preocupo por mis recuerdos. . .
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