Hace 36 años nació un chico al que bautizaron con el nombre de Ignacio. Fue criado en el barrio de Tepito y fue el segundo hijo procreado de una familia de 7 hermanos. Medía aproximadamente 1.76, su piel era color canela y sus ojos café muy claros, casi amarillos. Ignacio nació con retardo mental o al menos eso fue lo que siempre me dijeron.
Ignacio salía una vez a la semana al patio de la vecindad a tomar el sol. El resto de la semana habitaba un pequeño cuarto sin ventana y la puerta de madera permanecía cerrada. La entrada a esa habitación estaba prohibida por la madre que siempre habló muy amorosamente de su hijo pero que, por falta de tiempo, estudios, dinero o qué se yo, lo dejó crecer (a su hijo) en compañía de su única amiga: la televisión.
Yo sé que era un hombre fuerte, lo escuché gritar varias veces y, a pesar de estar lejos de él, su voz distorsionada penetraba en mí.
No imagino lo que pensaba en ese cuarto, tampoco si tenía alguna erección, tal vez siempre fue un niño imaginando nadas o los todos que nunca conoció. Nunca hizo algún mal, ni le dieron la oportunidad de hacerlo, de conocer o de tener recuerdos. Ayer murió.
Confieso que lo olvidé, que jamás lo conocí, que su voz me dolía, que huí.
Hoy estoy llorando por los que no conozco, por todos los Ignacios que olvidé y por el resto que olvidaré. A los que me olvidarán. Salud.
p.d. A Pocho y Marri, qué coincidencia ¿no?
Ignacio salía una vez a la semana al patio de la vecindad a tomar el sol. El resto de la semana habitaba un pequeño cuarto sin ventana y la puerta de madera permanecía cerrada. La entrada a esa habitación estaba prohibida por la madre que siempre habló muy amorosamente de su hijo pero que, por falta de tiempo, estudios, dinero o qué se yo, lo dejó crecer (a su hijo) en compañía de su única amiga: la televisión.
Yo sé que era un hombre fuerte, lo escuché gritar varias veces y, a pesar de estar lejos de él, su voz distorsionada penetraba en mí.
No imagino lo que pensaba en ese cuarto, tampoco si tenía alguna erección, tal vez siempre fue un niño imaginando nadas o los todos que nunca conoció. Nunca hizo algún mal, ni le dieron la oportunidad de hacerlo, de conocer o de tener recuerdos. Ayer murió.
Confieso que lo olvidé, que jamás lo conocí, que su voz me dolía, que huí.
Hoy estoy llorando por los que no conozco, por todos los Ignacios que olvidé y por el resto que olvidaré. A los que me olvidarán. Salud.
p.d. A Pocho y Marri, qué coincidencia ¿no?
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home