Hakuna Matata o Somos como Timón y Pumba.
Pienso seriamente en vender caramelos en el metro y en la calle. Pienso en ser mucama del hotel que está casi enfrente de mi ventana. Pienso en ser lo que nunca me atreví. Quizá sea demasiado tarde para todo. Sin embargo, el próximo año no habrá dudas, y desde ya!! se gesta el que será el performance de mi vida. Mientras, cantaré porn rock.
Ahhh!!!
Llevábamos un par de meses de habernos conocido, aquel día cuando caminamos por las calles de Reforma, te llevé a tomar chocolate oaxaqueño en el mercado y después despedirte en el aeropuerto. Yo visité tu hogar y el desierto. Tú llegabas aquí, a mi azotea, con ojos de tacha, cansado pero sonriente, suave y calientito, en la mano cargabas una maleta que describes siempre como “mochila de negro”. Un día decidiste que no querías separarte de mí, un día dijiste que querías conocerme y no tenías miedo. Ese día hicimos el amor y lo filmamos, desde aquel día dormimos juntos y desnudos. Trescientos sesenta y cinco días después, sabes que me gusta hablar con extraños, limpiar la casa con una chela en la mano, que amo a mi gato y que me gusta tener secretos. Hoy, sé que eres un buen amigo con los amigos, no soportas a los defeños y eres como un oso de cuerda con accesorios cibernéticos. No estamos enfermos sólo a veces necesitamos aspirinas. *
Pienso seriamente en vender caramelos en el metro y en la calle. Pienso en ser mucama del hotel que está casi enfrente de mi ventana. Pienso en ser lo que nunca me atreví. Quizá sea demasiado tarde para todo. Sin embargo, el próximo año no habrá dudas, y desde ya!! se gesta el que será el performance de mi vida. Mientras, cantaré porn rock.
Ahhh!!!
Llevábamos un par de meses de habernos conocido, aquel día cuando caminamos por las calles de Reforma, te llevé a tomar chocolate oaxaqueño en el mercado y después despedirte en el aeropuerto. Yo visité tu hogar y el desierto. Tú llegabas aquí, a mi azotea, con ojos de tacha, cansado pero sonriente, suave y calientito, en la mano cargabas una maleta que describes siempre como “mochila de negro”. Un día decidiste que no querías separarte de mí, un día dijiste que querías conocerme y no tenías miedo. Ese día hicimos el amor y lo filmamos, desde aquel día dormimos juntos y desnudos. Trescientos sesenta y cinco días después, sabes que me gusta hablar con extraños, limpiar la casa con una chela en la mano, que amo a mi gato y que me gusta tener secretos. Hoy, sé que eres un buen amigo con los amigos, no soportas a los defeños y eres como un oso de cuerda con accesorios cibernéticos. No estamos enfermos sólo a veces necesitamos aspirinas. *
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