miércoles, enero 08, 2003

Mi nombre es Diana Isabel Olalde Omaña y nací un 9 de mayo de 1973 en la ciudad de México Distrito Federal a las 11.59 de la mañana en un hospital el cual no recuerdo el nombre. Mi primer recuerdo es haber visto una cabeza desde arriba, esa cabeza pertenece a la que dijo llamarse mi madre y que me abrochó los seguros de los zapatos para ir a un sitio cualquiera; viviamos en un edificio que en ese entonces me pareció de muchos pisos, en el pasillo de ese lugar había un pequeño agujero al que la vista daba al gimnasio de una estación de policia, ahí se practicaba lucha libre todas las noches, recuerdo a mi mamá (o la que dijo llamarse mi mamá) darme una fruta y dejarme salir para asomarme por ese agujero y ver las funciones casi todas las noches. Del señor que me dijeron era mi papá (porque nunca me lo dijo él) recuerdo tres cosas: la noche que me caí de la cama y al verme dijo "te caiste", cuando sacaba gusanos de la tierra para espantarnos y cuando marcó sus dedos en la cara de la que dijo ser mi mamá. No lo he vuelto a ver desde entonces. La que dijo ser mi madre acostumbro llevarme a todos lados para hacerle compañía o no dejarme sola, recuerdo en especial su divocio, fuimos a unos edificios que estaban ubicados en Av. Pino Suárez (edificios que se desplomaron en el temblor del 85) nunca tuve problemas con ir hasta que, al desesperarnos por el retraso del elevador, bajamos por las escaleras; ese fue mi primer encuentro con la violencia: de pronto nos aventaron y una mujer le dio por la espalda un golpe a un señor que bajaba más adelante tomado de la mano de otra mujer, le gritaba muchas cosas supongo que insultos, y la tipa que venía con el señor sacó de su bolso un rociador vaciando el contenido en la cara de la señora y de una niña rubia que estaba al lado, tocando parte del contenido a mí y a la que dijo ser mi madre. Los llantos en el baño, la cara de susto de la niña que cargaba una muñeca y el auxilio que prestó la que dijo ser mi madre a la señora engañada los tengo aún presentes, incluyendo el ardor de mi mejilla izquierda. La que dijo ser mi madre no volvió a llevarme a esos edificios mal construidos de sonidos mecánicos y plantas artificales que calleron en el 85. Recuerdo a las que dijeron ser mis primas les encantaba preguntarme por mi padre; la ausencia de esa persona nunca me molestó pero me provocaba irritación la pregunta mal intencionada, así que esa noche de posadas apreté los dientes y le dí duro a la piñata con la idea de no atinarle, yo quería darle a las que dijeron ser mis primas, aprendí que la venganza no lleva a nada bueno, cuando acerté el golpe y se rompió la piñata casi completa sobre mi cabeza, desde entonces dejé de asistir y menos con gusto a esas reuniones que dicen ser familiares.